13 de enero de 2025

Democracia para siempre

A cuarenta años de la primera derrota electoral del Partido Justicialista, la reflexión sigue siendo la salida por arriba. Pero una reflexión sustentada en la racionalidad y la precisión de los sucesos. De nada sirve confundir reflexión con opinión. No está mal opinar, pero corremos el riesgo de alejarnos de los hechos dejándonos envolver en sentimientos (¿o intereses?) sectoriales. Válidos. Aunque de escasa prospectiva. Reflexionar con desasimiento para hallar soluciones permanentes. ¿O el apego al discurso de barricada y a la grieta devino en mal crónico? Es complejo, porque cuesta horrores reconocer limitaciones y errores. El 30 de octubre de 1983, el Peronismo ofreció un candidato presidencial de lujo: Ítalo Argentino Luder. Sin embargo, perdió. Por un racimo de causas. Ni el cajón de Herminio Iglesias, ni la violencia subversiva, ni el tercer gobierno justicialista determinaron –exclusivamente- la caída en las urnas. Hubo un proceso acumulativo que arrancó el 11 de marzo de 1973 y se aceleró el 1º de julio de 1974 con el fallecimiento del General Perón. La guerra civil interna y el desapego por la práctica democrática, derivó en el terrorismo de Estado. Las consecuencias se pagaron alto. Y afectó a la sociedad civil. Ninguna derrota electoral, o mejor dicho, ningún triunfo como el del Dr. Raúl Ricardo Alfonsín se originan en la espontaneidad del electorado. La confluencia de una disparidad de factores desemboca en el resultado final. A veces previsible; otras, no. La continuidad del sistema democrático de gobierno que, en 1994 alcanzó su clímax con la Reforma Constitucional, es el aliciente ante la incertidumbre. Es verdadera esperanza. Democracia para siempre.

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