La casta está en orden
La antipolítica fue y será la mejor motosierra para talar la democracia. No es ninguna casualidad que el ataque al Estado de Derecho provenga de La Libertad Retrocede. Un conglomerado de liberales portadores sanos, libertarios tóxicos y nostálgicos del autoritarismo castrense.
Javier Milei encontró una vacancia y se largó a ocuparla a los topetazos. En los años 90 el general Antonio Domingo Bussi inventó el partido Fuerza Republicana, con cabecera de playa en Tucumán. Ganó la gobernación pero no pudo nacionalizar su proyecto. Nunca un partido político pudo convertirse en heredero de la dictadura de Videla. La llamada “cría del Proceso”, allá por 1980, naufragó a pocos metros de la costa. Y luego nunca nadie con esa propuesta represiva tuvo éxito en 40 años de democracia. Milei apuesta a representarla. Por el momento ha fracasado. Aunque entusiasma a las minorías de la derecha oligárquica, occidental y cristiana.
Gustavo Menéndez no duda en caracterizar el riesgo que esconde la candidatura de Milei: “Creemos que es un salto al vacío o un país previsible, con desarrollo, de la mano de un hombre (Sergio Massa) que es el más preparado de su generación para conducir los destinos de Argentina”.
El jefe peronista de la Provincia de Buenos Aires se despreocupa del pacto que Milei hizo con Macri: “No importa lo que haga el rival, si tu equipo juega bien estás más cerca del triunfo”.
Menéndez es uno de los potenciales sucesores de Axel Kicillof y ha logrado construir un liderazgo pluralista. De ahí que, consustanciado con Sergio Massa, manifiesta: “Vamos a apelar al radicalismo, a los partidos de izquierda y del centro”.
Tanto despotricar contra la supuesta casta política, a Milei no le sirve demasiado. En el hipotético caso de llegar a la Casa Rosada necesitará acuerdos y consensos para gobernar. Ergo: deberá dialogar con la política, clave y esencia de la democracia. Mal que le pese, la casta está en orden.
