14 de diciembre de 2024

La persecución judicial a expresidentes argentinos tiende a trocarse en la continuación de la política por otros medios. Le sucedió a Carlos Menem, luego a Cristina Kirchner. Pareciera que es el turno de Mauricio Macri, quien, durante los cuatro años de gestión de Alberto Fernández, se puso a derecho concurriendo a los tribunales cada vez que le tocó declarar. El caso más resonante fue por la desaparición del submarino ARA San Juan. No es la única causa abierta, claro. Tiene varias, entre las cuales se destacan: la «mesa judicial», Correo Argentino, parques eólicos, privatización de centrales eléctricas, peajes, blanqueo de capitales y espionaje ilegal. Habría que añadir la investigación del préstamo concedido por el Fondo Monetario Internacional (FMI) en caso que correspondiere.

La venganza es el arma de los sectarios. Sergio Massa levanta la bandera de un gobierno de unidad nacional. ¿Quiénes entran en la convocatoria? ¿Solo el centro político? La puerta se abre para la socialdemocracia, el socialcristianismo, el PRO histórico y el peronismo no kirchnerista. Es la nueva transversalidad, desintoxicada de populismo. En las orillas -¿excluida?- se ubica La Libertad Avanza, especie de epifanía de una derecha a secas, que se entusiasmó con recuperar el poder de antaño, exudando una mímesis de Jair Bolsonaro y Donald Trump. Entremezclados, el procerato liberal contemporáneo liderado por Alberto Benegas Lynch (h) y los nostálgicos de la represión clandestina. El ensayo tuvo vuelo corto y el 22 de octubre exhibió sus más crueles falencias. Sin embargo, llegó un tubo de oxigeno: el pacto con Macri para el balotaje. Así las cosas, LLA luce una pátina de racionalidad, se corre a la centroderecha y se pone –nuevamente- en carrera cuando iba derecho a darse una piña sin retorno.

Macri fundó un partido exitoso, de centro, a veces oscilante entre la centroderecha o la centroizquierda, pero logró mantener el equilibrio, la armonía y la convivencia interna. Fuera de la Casa Rosada, pandemia mediante, desorientó su opción por la derecha en la interna de Juntos por el Cambio. Primero catapultó a Patricia Bullrich en la presidencia de PRO, más tarde la plantó ante Horacio Rodríguez Larreta, en el ínterin se cansó de coquetear con Javier Milei y dinamitó a la principal fuerza opositora. Hoy Macri lidera a la centroderecha, abandonó el centro y su apuesta arriesgada le depara el poder o la cárcel.

El expresidente sabe que si Milei pierde, será su jubilación forzada. Fue demasiado lejos y, como padre de la criatura, le deparará ser el padre de la victoria o de la derrota. Tuvo paciencia para tejer contactos en la Internacional Neoliberal que le dieron sostén a su liderazgo vernáculo. Pero derrotado es improbable que vaya a gozar de un retiro tranquilo. En los Tribunales lo esperan jueces y fiscales militantes, operadores judiciales y otras yerbas. Una mano invisible que no es, precisamente, la del mercado, moverá cielo y tierra para meterlo preso y borrarlo de la política nacional. Es el hambre y la sed de venganza de los enemigos que supo conseguir. ¿Y de los que proponen un gobierno de unidad nacional sin la centroderecha neoliberal?

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