El túnel del tiempo
Los padres fundadores de la Patria eran liberales. Moreno, Saavedra, Dorrego, Alberdi, Mitre, Sarmiento, Avellaneda, Roca… Liberales y federales. Muchos de ellos, masones. Republicanos todos. Sin embargo, hubo antagonismos. Se libró una batalla cultural. Los católicos, liderados por José Manuel Estrada, se opusieron a la ley de educación 1420, porque exigían la enseñanza religiosa obligatoria. Argüían que expulsaban a Dios de las aulas. Ganaron los liberales. Pero los católicos también eran liberales. Aceptaban y vigorizaban las instituciones establecidas por la Constitución liberal de 1853/60. La Generación liberal del 80 puso en acto los ideales de la Generación liberal del 37. La Argentina despegó. El desierto fue surcado por ferrocarriles, vinieron gringos a puñados, inversiones extranjeras, el arado, la industria y el comercio hicieron el resto. Nos convertimos en una potencia económica con las luces y las sombras del siglo XIX. Iniciado el siglo XX faltaba libertad de sufragio. Entonces, se amplió la democracia. Pero nació el partido militar. El Estado empezó a tallar. Y aquella vieja Argentina liberal se agotó el 4 de junio de 1943. Un cambio irrevocable. Se instauró un modelo de producción y trabajo, que se extendió en el tiempo por décadas. Para Tulio Halperín Donghi se trató de “la larga agonía de la Argentina peronista”. En 1989 se cayó el Muro de Berlín, símbolo del fracaso del socialismo real. Y el Peronismo asumió la conducción del país con los tremendos desafíos de la globalización. Una exitosa década de reformas le quitaron protagonismo al Estado. Pero volvió el Estado en los 2000. Dos décadas más tarde, el proceso de injerencia pública en la regulación de la economía y de la sociedad volvió a agotarse. En 2023, elecciones mediante, asoma la promesa del regreso a la Argentina liberal. Pero el pasado no vuelve. Aunque el 56% del electorado haya elegido un presidente de ese signo ideológico. La Argentina tiene un Estado que, una vez más, explotó y demanda un ordenamiento urgente. Somos una Patria con derechos adquiridos que clama a gritos una reforma integral para volver a crecer con justicia social y libertad. No hay Patria sin Estado. Demoler a la Nación jurídicamente organizada nos lleva a un suicidio colectivo. «La realidad es superior a las ideologías. La unidad es superior al conflicto. El todo es superior a la parte. El tiempo es superior al espacio». El Papa Francisco nos ayuda a ver una luz al final del túnel.
Horacio E. Poggi