2 de diciembre de 2024

Emotiva Misa de la Virgen de Lourdes, Patrona de los Marianenses

La celebración de la Eucaristía, presidida por el Padre Obispo Oscar Miñarro, nos emocionó. Palabra profética que libera, reconcilia y hermana. Pastor de la esperanza. Del consuelo. De levantarnos el ánimo. Sin recargar las tintas. Fogata de Amor y Guía. Razón de vivir el Evangelio de los sufrientes. Conocemos perfectamente la realidad. Padecemos la crueldad de un plan económico destructivo. Lo que destruye no es cristiano ni evangélico. Mil marianenses, cada mediodía, retiran una vianda de los comedores de Río Alegre de Cascallares. Inmensa tarea del Padre Fernando Lobo y su equipo parroquial. Con la colaboración de muchos hermanos y hermanas solidarios.

Apenas inició su homilía, el Padre Oscar nos invitó a acercarnos a la imagen de Nuestra Señora de Lourdes, Patrona de Mariano Acosta. Ahí tienes a tu Madre… Ella, que siempre tiene un pañuelo urgente para acariciarnos los ojos. Ella, que nos cura las rodillas y le da Vida a la vida, cubriendo con su manto a los nuevos hijos del Hijo. Momento de adentrarnos en nosotros mismos. El ruego por los que no están, por los que no han nacido, por el enfermo y el desocupado, por el niño descalzo y el joven adicto, por el que se desvió y purga penas en prisión, por la familia dividida, por el maestro y el alumno, por el de abajo, porque abajo –canta Facundo Cabral- está la Verdad. No fue una Misa más. La recordaremos mientras la memoria no nos falle.

Somos descendientes de los pioneros que levantaron una humilde capilla en honor a la Virgencita de Lourdes, en 1921, alentados por el Dr. Eduardo Florencio Beláustegui, el primer médico del Pueblo, que venía los fines de semana y atendía a los paisanos. Los curaba con más ternura que medicamentos. Somos aquella raíz perenne que hunde en la solidaridad su amor a la tierra, a su cultura, a su gente humilde y trabajadora.

En aquel Mariano Acosta de antaño (Villa Loza al sur de las vías, Villa Posse al norte), todos los 11 de Febrero había fiesta grande. Los que venían de Río Alegre o Agustín Ferrari, ataban los caballos en el palenque del almacén El Primitivo, ahí nomás, enfrente. O estacionaban los carros y sulquis sobre la ancha y gloriosa avenida General Mitre (hoy de los Constituyentes). Éramos una sola familia. Procesión por las calles polvorientas. Rezos de criollos curtidos y mujeres laboriosas. Recuerdo haber caminado, a pocos pasos de la Cruz Procesional que portaba Don Baleani, junto al Padre Leonardo Mártire y a Monseñor Miguel Raspanti, obispo de Morón. Habrá sido por 1965 o 1966. Alegría infantil. Saltitos de gorrión. Tiempos de descubrir a San José y al Niño en la luna llena. Nos conocíamos todos. Vecinos de veras. Sobraba respeto. Iba de la mano de mi madre. Fui un privilegiado. Gracias a Dios.

Horacio E. Poggi

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