El derrumbe
La preocupación democrática prevalece en todos los sectores. A los tumbos, el Gobierno Libertario se ha enamorado del ajuste con recesión. El final es conocido. Y no requiere de la intervención de fuerzas golpistas para desencadenar el caos social. Será el resultado lógico de la confrontación generalizada de intereses parciales. Todos contra todos para salvar la ropa. La gastada imagen del baile sobre la borda del Titanic adquiere particular validez en la descripción de la realidad argentina. Hay datos alarmantes. Entre noviembre de 2023 y abril de 2024, cerraron 7860 empresas y se perdieron 170.695 empleos registrados. Así lo detalla un relevamiento efectuado por el Centro de Economía Política Argentina (CEPA). Habría que agregar a la lista de desocupados, los miles de despidos de organismos estatales. La motosierra –celebrada por la barbarie tuitera- hace estragos, no para equilibrar las cuentas públicas, sino para destrozar la familia argentina. ¿A dónde encontrarán trabajo esos cesanteados? ¿Acaso existe oferta laboral? La insensibilidad justificadora de la expulsión de agentes estatales es el combustible dinamizador de la concepción excluyente exhibida por los cruzados libertarios que libran la batalla cultural en ciernes. Por eso la CGT, el FMI y la embajada de los Estrados Unidos –un tridente de realismo mágico- iniciaron el diálogo social –del que también participa el Gobierno- para potenciar una gestión empantanada en su propia ineptitud. Este instrumento constructivo, vituperado por el presidente Javier Milei, descartado por los extremismos ideológicos, comienza a asomar en un horizonte plagado de nubarrones. La concreción de un plan estabilizador, que supere las vagas intenciones del Pacto de Mayo, aunque lo contemple, comenzaría a desbrozar el camino que, hoy por hoy, así como están planteados los términos del conflicto, nos conduce al derrumbe irreversible de la Patria.