13 de enero de 2025

Halloween y el neocolonialismo cultural

Hablemos de Halloween. Repartir golosinas no tiene nada de malo. Vestir ropajes exóticos y asustar a niños y adultos puede parecer una broma inofensiva. Y, de hecho, lo es. Pero esta moda extranjera tiene un origen y se celebra a nivel global en reemplazo de otras celebraciones arraigadas, aunque olvidadas adrede. Es una moda que suplanta a otras costumbres nativas.

Por ejemplo, allá por los años 60 y a mediados de los 70, los chicos festejábamos la noche de San Juan con inmensas fogatas alrededor de las cuales hacíamos rondas y nos divertíamos. Si de dulces se trata, en las fiestas patrias siempre nos regalaban golosinas en la escuela primaria. En muestras casas, eran infaltables los pastelitos de dulce de membrillo y batata. El Día del Niño se festejaba con suculentas chocolatadas y galletitas surtidas. Igual que los cumpleaños, siempre chocolate y la torta con las velitas. O la primera comunión. Eran todas ocasiones alegres en las que no faltaban las golosinas y los dulces.

Sin embargo, con el tiempo se reemplazó el chocolate por saladitos, gaseosas y bastante cumbia villera y de la otra. Queda la impresión de que son los adultos los que festejan y no los más pequeños. También vemos que la palabra «Patria» se ha incorporado al discurso político de estos días con inusual arremetida, a la par que pululan modas ajenas a la cultura patria. Una contradicción. Ostensible. Evidente. Preocupante.

Nadie afirma que la evolución no sea necesaria y que debemos andar con el arco y la flecha. Nos atajamos por las dudas. Reflexionamos acerca de la pérdida de identidad nacional que se origina en la escuela y se potencia en la familia. El peligro que corremos es que se vacía de contenido la palabra «Patria» y la confundamos con una simple oposición al gobierno de turno. Si supiéramos el significado profundo y cultural del término “Patria” tendríamos la cabeza bien puesta y no una calabaza.

Sumémosle la embestida a nuestro idioma y al sentido común, con la ideología de género. Ante la blandura y la condescendencia de la propia Iglesia católica que, infiltrada hasta el tuétano, se viene a pique. No andemos con vueltas, en criollo eso se llama neocolonialismo cultural. A buen entendedor, pocas palabras. Refrán.

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