17 de enero de 2025

El último que apague la luz

Los errores predictivos y los pronósticos apocalípticos han caído en la ciénaga del ocaso político. El régimen libertario está vivito y coleando. La paciencia social no se agotó. El orden público le ganó al piqueterismo rentado y la protesta “anti” quedó circunscripta a círculos ideologizados a los que les está pasando por encima la era digital como un tren. Excepto la gran marcha en defensa de la educación pública, que fue transversal, la oposición peronista no generó en la calle ninguna acción contundente capaz de torcer el rumbo impuesto por Javier Milei. Y nada, absolutamente nada permite suponer que la economía vaya a estallar en el transcurso del corriente año.

La encuestocracia agita números favorables al Presidente, en todas las líneas. Inclusive se sostiene que en la Provincia de Buenos Aires, en caso de unirse Macri y Milei derrotarían a Cristina Kirchner. Sin embargo, los libertarios no han hecho pie en el Conurbano, adolecen de un notorio déficit territorial, y en caso de desdoblarse las elecciones, como pretende el gobernador Kicillof, el Peronismo mantendría su condición mayoritaria.

El economista Aldo Abram predice una inflación menor al 30% para 2025. Un crecimiento del 5% y la consolidación de las reservas del Banco Central que permitirían salir del cepo cambiario sin ningún salto inflacionario. Es más, según Abram habrá que olvidarse de una devaluación.

Con estos números, en las próximas elecciones legislativas de octubre, el régimen libertario asoma competitivo.

Las discusiones de la progresía en general y de la kirchnerista en particular giran en torno a la caracterización del régimen libertario. Están los que lo acusan de fascista y de bastardear el valor de la libertad para entregarle todo al mercado, es decir, a grupos privados que hacen fortunas con la timba financiera. Y quienes creen que debe apelarse a una construcción patriótica abierta capaz de recrear una nueva sensibilidad que retome el camino de la justicia social y de los grandes logros peronistas. Sin cancelar a nadie, afinando la puntería en los análisis y abandonando el odio a los 90 y la reivindicación tóxica de los 70.

El Peronismo tiene mucho recorrido para elaborar un programa alternativo, pero si continúa encarcelado en la ideología de género y renuncia a liderar la revolución tecnológica, habrá sido un recuerdo y entonces sí, el último que apague la luz.

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