El mito de la fiscalización opositora
La carencia de fiscales es una constante en los partidos de la oposición. Tanto Juntos por el Cambio como La Libertad Retrocede han expuesto serias dificultades en las PASO y en la primera vuelta. Para ocultar la falencia en el dispositivo electoral, ambas fuerzas echaron a rodar versiones que apuntaban a imponer el relato del fraude. Pero el desconocimiento y la ingenuidad consiguen adeptos mediáticos que fácilmente se diluyen por el propio peso de la realidad.
El cabaret de macristas y libertarios ha provocado una desbandada en las bases de JxC que nunca imaginaron una sangría de electores de la dimensión del 22 de octubre. Pocos militantes amarillos se animan a cuidar los votos de Milei y algunos comenzaron a distribuir formularios por WhastApp para captar voluntarios. De los radicales ni hablar. La línea de Gustavo Posse nunca simpatizó con los halcones de Patricia Bullrich, mucho menos con los libertarios. Aunque haya perdido en San isidro, Posse es un dirigente con raigambre territorial y nunca defraudó las expectativas internas del partido de Alem. Hoy por hoy, está desmovilizado.
Javier Iguacel, que el 10 de diciembre abandona la intendencia de Capitán Sarmiento, es uno de los pocos dirigentes de PRO que salió a poner el pecho por Milei. También Lalo Creus, de La Matanza. Sin embargo, el aporte cuantitativo de ambos referentes es prácticamente insignificante.
La Provincia reúne 14.000.000 de electores que suponen el 37% del padrón nacional y demanda una cobertura de fiscalización monumental. Solo el Peronismo cubre la totalidad de las 40.201 mesas distribuidas en los 135 municipios bonaerenses. Todo permite prever que la suerte está echada y que la paliza electoral que recibirá Milei será antológica.