14 de diciembre de 2024

Utopía comunista y globalización

Carlos Marx concibió una cosmovisión del mundo cuyo objetivo final es una sociedad sin clases, en la que el Estado desaparece y la humanidad alcanza el paraíso en la Tierra porque ya no habrá explotadores ni explotados. ¿Qué ha quedado de aquel proyecto? Nada. La Unión Soviética implosionó demostrando que el comunismo es el problema y no la solución. De todos modos, la teoría marxista se estudia en claustros académicos con especial fruición, aunque su aplicación práctica sea una utopía, un cambio imaginario, una fantasía de estudiantes voluntariosos.

¿Por qué, entonces, la literatura de Marx sigue acaparando la atención de los más variados públicos? Quizá porque el marxismo nació como una crítica precisa a los efectos inhumanos de la incipiente revolución industrial. Fue un rescate del hombre de carne y hueso frente a la degradación burguesa. Un grito de redención social. Pero la propuesta marxista –con la lucha de clases como nave insignia- nunca prosperó y el capitalismo sigue gozando de buena salud, más allá de sus crisis recurrentes y de los pronósticos agoreros que han vaticinado su inminente extinción que nunca ocurrió.

Para alcanzar la sociedad comunista, según Marx, el proletariado internacional debe reemplazar violentamente a la burguesía. Este carácter internacionalista es la condición necesaria para el triunfo del socialismo científico. ¿Qué ocurrió? El capitalismo se ha globalizado. No así la lucha unitaria del proletariado. Por tanto, nunca acaeció la profecía marxista.

La lucha de clases, como factor de cambio histórico, fue neutralizada por el capitalismo que cedió posiciones y aceptó leyes sociales progresivas. Marx imaginaba que la abolición de la propiedad privada facilitaría la consumación de la sociedad comunista. La propiedad privada -considerada un robo- requiere su abolición para que se produzca el salto cualitativo hacia la dictadura del proletariado –un paso intermedio- hasta la desaparición del Estado, factor represivo de la clase dominante. Sin clase dominante ya no habrá Estado. He ahí el paraíso terrenal. Sin embargo, la multiplicación del capital no ha sido fruto de la plusvalía, de la apropiación indebida de la fuerza del trabajo, en ese proceso han intervenido (e intervienen) otros factores del mercado que -en libertad- impulsan decisiones espontáneas favoreciendo el bienestar individual y colectivo.

El complejo entramado de los factores de producción, comercialización y consumo, la globalización operada por los nuevos medios de comunicación, los avances tecnológicos avasalladores, han dejado en el baúl de los recuerdos a las tesis marxistas. No obstante ello, el marxismo es objeto de culto para minorías ilustradas. Tras la caída del Muro de Berlín, es decir, del fracaso del socialismo científico, se mantiene en circulación. Tal vez lo que seduce a individuos propensos al pensamiento excluyente es su teoría del conflicto. En este sentido, vale la pena aclarar que el conflicto para Marx determina el antagonismo entre la burguesía y el proletariado, clases en pugna que la manipulación propagandística coloca en veredas opuestas, pero que, de ningún modo, hoy por hoy, apuntan a reemplazar la primacía del capitalismo triunfante. Así, con marxistas capitalistas (léase socialdemócratas y progresistas variopintos), la utopía comunista perdura en el plano de las ideas, y la interpretación económica de la Historia es exhibida en el museo del pensamiento político del siglo XXI.

NdelP

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