Los oportunistas de la inseguridad
En los años 90, los veteranos peronistas de la Provincia de Buenos Aires afirmaban que la seguridad no debía ser utilizada con fines políticos. Esta sentencia surgió durante las crisis severas que enfrentaba la administración de Eduardo Duhalde. En ese tiempo, el caso Cabezas y la “maldita policía”, a la que Duhalde había otorgado autonomía total, emergieron de las sombras, manchados por la corrupción y la falta de profesionalismo. Ante la crisis, Duhalde decidió desmantelar la Policía y creó las departamentales, nombrando a León Arslanián como ministro del área, pero su gestión se vio aún más afectada por la masacre de Ramallo. Estos son hechos, no opiniones. La inseguridad le costó a Duhalde la presidencia, entre otras cosas. En esa época, la libertad individual y la propiedad privada estaban en peligro constante, y nadie estaba exento de ser asaltado. En Ituzaingó, un delincuente conocido como Sopapita Merlo fue despedido con disparos al aire. En toda la Provincia y en Merlo, los consejos de seguridad estaban compuestos por amigos del Intendente y tenían una función meramente decorativa.
Con la llegada del nuevo siglo, la inseguridad continuó creciendo, impulsada por nuevos delitos y el narcotráfico internacional, y las voces oportunistas alcanzaron su punto máximo. Todos hablaban y querían sacar provecho, ya que era un tema candente que nunca dejó de preocupar a la población. En estos tiempos de pobreza, ajuste y entrega económica, nuevamente sacan pecho los que critican a las gestiones locales por este complejo y espinoso tema, o hablan sin conocimiento buscando obtener beneficios electorales. La seguridad ciudadana en la Provincia es responsabilidad del gobierno provincial, y los representantes de los vecinos tienen pocas herramientas a su disposición. Sin embargo, son ellos quienes reciben las críticas de aquellos que incitan a la opinión pública con consignas efectistas. Nadie puede eludir sus responsabilidades institucionales. Lamentablemente, el desconocimiento sobre la gestión pública es aprovechado por los oportunistas, y las víctimas desesperadas les prestan atención. La antigua sentencia de los viejos peronistas cobra relevancia y actualidad: con la seguridad no se hace política. Es un tema ajeno al populismo represivo y a los garantistas, cada uno desde su perspectiva ideológica. La seguridad ciudadana debe ser abordada por los tres poderes del Estado a través de planes específicos y territoriales. Mientras tanto, seguiremos soportando las quejas hipócritas de los fariseos politiqueros. Pero nosotros, que conocemos la realidad y vivimos nuestra vida diaria, también podemos alzar nuestras voces y defender, desde la coherencia, la lealtad y la racionalidad, el equilibro social, poniendo las cosas en su justo término, para que cada quien asuma la responsabilidad que le compete. Intendente Menéndez, cuente con nosotros. Como siempre.