Catástrofe social
Apenas asumió Milei y mostró las cartas del ajuste destructivo que iba a imponer en los primeros meses de su gestión, a fuerza de gas pimienta y aumento exponencial del hambre, Cristina Kirchner vaticinó una “catástrofe social”. La estanflación era la herencia maldita que dejaba Alberto Fernández. Con la asunción de los libertarios, el panorama empeoró y el reciente índice de pobreza del 52,9% confirma presagios realistas y deja un gusto amargo: el 66% de los niños argentinos son pobres, lo que incide gravemente en el futuro de la Patria.
El intendente de Merlo, Gustavo Menéndez, advirtió en un medio bonaerense que el conurbano es un polvorín y nadie puede prever el rumbo de la crisis en ciernes ni cómo se definirá políticamente. Cada vez que estallaron crisis, la institucionalidad reflejó las demandas expuestas y hubo cambios urgentes. El hambre y los padecimientos de los sectores vulnerables son inocultables, no hay ayuda social que alcance, y el empobrecimiento de la clase media suma conflictividad y hartazgo, por no decir desesperación, conformando un damero de complejidades ascendentes.
A pesar de las evidencias incontrastables, la responsabilidad recae en Milei, aunque se pretende culpar a las administraciones anteriores. Peor aún, se lanzan acusaciones indiscriminadas contra el kirchnerismo, pero se sabe que la intención de todo liberal resentido es atacar al Peronismo. Este gobierno es antiperonista y cualquier posibilidad de ampliar derechos o recuperar la justicia social será combatida a cualquier precio. Los dueños del privilegio no se rinden y están detrás de Milei. Por eso, la organización popular es necesaria y ya comienza a asomar una recomposición del Movimiento Nacional en torno al liderazgo profético de Cristina Kirchner. La única verdad es la realidad.