Lavalle, abanderado de la libertad americana
Juan Galo de Lavalle (1797-1841) fue un abanderado de la libertad americana. Luchó en 105 combates. Llegó con sus granaderos hasta Ecuador a cortar la coyunda imperial española. Los libertadores Simón Bolívar y José de San Martín valoraban su coraje. Pero tenía una personalidad autónoma, no era fácil de arrear. Entreverado en la guerra civil del Río de la Plata entre unitarios y federales, se alistó en el bando liberal, aunque, según expresara en una de sus proclamas, propiciaba un régimen de gobierno mixto, como finalmente se adoptó luego de Caseros.
La narrativa partidista reduce la actuación de Lavalle al fusilamiento de Manuel Dorrego y a su desempeño polémico en la lucha contra la dictadura militar de Rosas, así la caracterizaba Alberdi. Sin embargo, protagonizó hazañas de elevado patriotismo desatendidas en el contencioso abierto por historiadores profesionales y militantes. Nadie niega que el crimen de Dorrego haya sido una mácula en su combativa trayectoria republicana. De todos modos, estimamos que fueron superiores sus laureles patrióticos, aun en la derrota.
Enojados, los unitarios alguna vez, tras el fracaso de la campaña libertadora de 1840, le llamaron “espada sin cabeza”, aunque más tarde se retractaron. Puede leerse una reivindicación póstuma de Esteban Echeverría en Ojeada Retrospectiva.
Mitre sintetizó la heroica lucha de Lavalle en un axioma perdurable: “es mejor triunfar muriendo que matando”. El jefe del Ejército-Pueblo, en desigualdad de condiciones, sembró libertad a los cuatro vientos. Y aunque una bala perdida terminara con su vida, un puñado de leales protegió sus restos mortales de la codicia sanguinaria del enemigo. Era el trofeo deseado por el perseguidor Oribe para ofrendárselo al Dictador de Palermo. Se quedó con las ganas. Los huesos, la cabeza y el corazón de Lavalle se sepultaron en Potosí. Veinte años después fueron inhumados en la Recoleta.
El cincel de la Independencia continental esculpió el nombre del general republicano con letras de oro en el mármol del patriotismo constitucional. Alcanzó la gloria en Achupallas, Chacabuco, Maipú, Cerro de Pasco, Riobamba, Pichincha… Fue ascendido a coronel por Bolívar. En la Guerra del Brasil determinó el triunfo de las armas argentinas en Bacacay, Ombú y Camacuá, donde fue herido en un brazo. Su arrojo permitió el éxito decisivo en Ituzaingó, obteniendo el ascenso a general.
Sin embargo, la ingratitud, la pequeñez de cabotaje y vuelo corto, el partidismo retroactivo, oscurecen la memoria de Juan Galo de Lavalle. Sepamos reconocer que este prócer eminente integra la galería de nuestros héroes más sobresalientes. Que su amor a la causa de la libertad de los pueblos nos ilumine, ahora y siempre.
Dr. Horacio E. Poggi