La cultura en el ideal patriótico
Pensar la cultura es una tarea intelectual e inteligible que nos requiere una vida interior proclive a incursionar en el terreno metafísico y religioso. Es decir, poseer una actitud espiritual despojada de suntuosidades terrestres, que coopere en nuestra búsqueda de un pensamiento soberano en el marco de una sociedad pluralista.
Con una cultura propia el hombre argentino se realiza en una comunidad que también se realiza. La cultura es el escudo que protege a la Patria de cualquier ataque colonialista. En la medida que me ayuda a vivir mejor, seré mejor persona. Por tanto, la cultura se inscribe en la categoría del ser y no del conocer ni del tener. Descartamos la acumulación de datos como manifestación cultural. Cultura es la acumulación de experiencia del Pueblo que aprovecharé ejerciendo mi capacidad de memoria.
La cultura tiene, entonces, una finalidad ética. Delimita los campos del saber y del ser. Para ser más hombre, mejor persona humana, encarnando los valores de la fraternidad, la convivencia, el encuentro pacífico y enriquecedor. Me enriquezco cuando escucho y acepto que el otro me ayuda a completar aquello que tengo inconcluso, y que por vanidad me resisto a aceptarlo. En cuanto lo acepto es porque escuché. Escucha el que se corrige, el que no se corrige no escucha, tolera lo ajeno y se deja invadir por la soberbia. El hombre soberbio es autosuficiente, en el fondo, es egoísta. Y el egoísmo es clave liberal que endiosa al individuo. Por eso, el individualismo es dañino. Porque el pensamiento soberbio, devenido Estado, crea enemigos que se devorarán entre sí, el sálvese quien pueda en nombre del mérito particular y de la libertad absoluta que destruye absolutamente.
El hombre desposeído de vida interior queda a merced de la materia inconstante, carente de un centro estable que ayude a sentar el fundamento moral superior a cualquier fenómeno de la realidad, a la que reconozco y asumo tal cual es, sin ningún interés de necesidad. La realidad no me determina, yo opero en ella, la transformo haciendo cultura, en línea con lo que me dictan mi inteligencia y voluntad como reglas del espíritu. Accedo a la realidad, la conozco, la adapto a mi conveniencia. Teoría y práctica son indisolubles. De ahí el axioma de Perón: “no puede haber divorcio alguno entre el pensamiento y la acción”.
¿Quién es el sujeto de la cultura? El hombre vertical, quien, con los pies sobre la tierra, eleva su mirada al Cielo en el peregrinar hacia la buena vida. La unidad de sujeto y objeto –la cultura- es espejo del hilemorfismo aristotélico. Cuerpo y alma son una unidad; hombre y buena vida, también. “Con el número dos nace la pena”, escribe Marechal…
El hombre sin una buena vida se deshumaniza, pierde dignidad, deja de ser hombre a imagen y semejanza divina. A fin de que el hombre sea hombre debe vivir una buena vida. Es decir, hacer cultura en un determinado tiempo y espacio.
Los justicialistas consideramos a la cultura como un ideal patriótico. En función de ello, impulsamos tareas creativas, inmanentes a la tradición del Pueblo y con el Pueblo crecemos en humanidad trascendente.
En síntesis, a la cultura la hace el Pueblo, integrado por hombres y mujeres que trabajan por el bien común de la Patria. Es proyecto colectivo, que transforma el “yo” en “nosotros”. Toda belleza viene de Dios.
Horacio E. Poggi