2 de diciembre de 2024

Releyendo a Enrique Pedro Osés

Fue un periodista combativo. Nacionalista y revolucionario. No transaba con la cáfila regimentada de los partidos tradicionales opuestos a la construcción de una Nueva Argentina Justa, Libre y Soerbana. Por su intransigencia y sostenimiento de los principios católicos y patrióticos, terminó varias veces en la cárcel. Pluma de fuego. Espada afilada. Testimonio consecuente. Definía y desenmascaraba a los enemigos camuflados en las corporaciones económicas y financieras, en la prensa venal, en los círculos diplomáticos imperialistas. Su nombre es sinónimo de soberanía, de cultura criolla, de lealtad al Pueblo. Dicen que Perón sentía un particular respeto intelectual por él. Ante la irrupción del Peronismo clausuró su etapa periodística y se sumó al Movimiento Nacional. Porque su prédica había alcanzado concreción fáctica. Era realidad tangible en miles de obras públicas, en la dignificación de los trabajadores, en la liberación de la Patria que dejaba de estar sometida a los poderes extranjeros. Misión cumplida. Desempeñó funciones en el Gobierno Peronista. Soldado del General. Había nacido en Buenos Aires en 1899 y falleció en la misma ciudad en 1954. Se llamaba Enrique Pedro Osés. Un patriota que ilumina el sendero de las grandes luchas nacionales en pleno siglo 21. Seguidamente, transcribimos algunos conceptos imprescindibles de su fecundo pensamiento nacionalista, escritos en 1941.

Liberalismo, capitalismo, marxismo

Quienes llevan a los pueblos a su derrumbe, a su ocaso, son las fuerzas tenebrosas que dominan su vida espiritual, su vida económica, su vida social. Quienes hacen de pueblos libres, pobres pueblos esclavos, son el liberalismo, el capitalismo y el marxismo.

El liberalismo, porque en la raíz misma en su esencia, no es sino la rebelión del hombre contra su Creador.

El capitalismo, porque en su forma más directa, es la confabulación siniestra de los intereses económicos y materiales, sobre los derechos esenciales del hombre; ser libre, con un alma inmortal y un fin sobrenatural.

El marxismo, en fin, en sus múltiples manifestaciones, porque es el odio fomentado con un celo satánico, por quienes tienden, no a la justicia social, al bienestar del pueblo, y al reinado de la Verdad , sino al fin de la sociedad cristiana. Al reinado del Anticristo.

Juventud nacionalista

La juventud nacionalista no tiende la mano, no la ha tendido nunca, para pedir nada a este régimen, ni para sostener este régimen. Hoy, que el régimen se bambolea, contempla con una feroz alegría ese bamboleo. Y está pronta para cumplir su misión. Pero sola. Ella sola. Con sus principios, con sus programas, con sus hombres. Con su moral. Con su justicia. Con su verdad. Sin participación, ni coparticipación. Hemos, estado haciendo la revolución nacionalista. Y ésta es integral. Es total. Ni sistemas, ni hombres viejos. Ni política electoral, ni economía sojuzgada, ni solidaridad alguna con el pasado que no sea el retorno a la tradición varonil de la Patria , cuando la Patria dictaba sus leyes al desierto, y dictaba su soberanía a todas las naciones del mundo, y la defendía con balas, con cuchillos o con piedras, o con aceite hirviendo.

Lo criollo derecho

La mentira es inmoral de suyo. Un régimen de mentiras concluye por corromper a un pueblo, luego de minarle todos sus atributos (…). Por eso el Nacionalismo va al reencuentro de las fuerzas morales perdidas por el pueblo argentino en ochenta y pico de años de sumisión liberal. Y ha elegido voluntariamente, el camino más áspero, más largo, más lleno de obstáculos: el de la picada en el monte; el de la rastrillada en el desierto. Lo criollo derecho, en fino, y no lo forastero tortuoso. Lo que está en la raíz de la nacionalidad, y no lo que nos injertaron para echarnos a perder.

El imperialismo democrático norteamericano

La independencia norteamericana es sajona y protestante; la nuestra es católica e hispana. La nuestra es espiritual y aquélla comercial. Nosotros nos desvinculamos de un imperio, y Norte América de otro, totalmente distinto en la raíz, en los medios y en los fines. No hay unidad continental que valga. Y de tal modo es esto cierto que, para darle una sombra de verosimilitud siquiera al pretexto unificador, los servidores de Roosevelt tienen que hablar del “nexo común de la democracia”. Y olvidarse de que el imperialismo democrático de Norte América lleva arrasadas ya las soberanías de toda América Central y de casi toda nuestra América del sud, o por la fuerza de la conquista o por el dólar; o por la diplomacia i por el petróleo; o por sus soldados armados o por Wall Street.

Nacionalismo y Pueblo

No hay Movimiento alguno, en el orden político-social trascendente, revolucionario, más cordial, más generoso, más argentino, más cristiano, en una palabra, que el Nacionalismo. Cuando decimos, “hay que querer a la Patria sobre todas las cosas”, decimos que hay que amar a nuestros hermanos argentinos. Yo puedo odiar, despreciar, a los dirigentes circunstanciales de la masa popular. Los odio y los desprecio en cuanto son felones, exitistas, mentirosos, culpables de que la masa popular se degrade y se desvíe. Pero tengo que amar, con un franciscanísimo amor, al pueblo mío, al pueblo argentino. Él no tiene la culpa de ser ingenuo, de ser crédulo, de ser veleidoso, inconstante, apático, rutinario. Él no tiene la culpa de creer que “no hay nada que hacer”. Él no tiene la culpa de su pobreza física, ni de su orfandad moral, ni de su desapego cada vez mayor por las “cosas de la Patria”. Así lo han hecho años y años de un Régimen despreciable y envilecedor. Así le han mentido, años y años, desde todos los altoparlantes de la democracia. Así lo han esclavizado desde años y años, todas las fuerzas económicas contrarias que tienen aherrojada a la República. ¿Qué el pueblo es radical? ¿Qué el obrero es comunista? ¿Y quién tiene la culpa de esto? ¿El pueblo? ¿Por qué no se busca en el periodismo antinacional y antiargentino a los verdaderos culpables de la deformación mental del pueblo? ¿Por qué no se busca en la escuela, a la verdadera culpable de la deformación moral del pueblo? ¿Por qué no se busca en el gobierno, al causante de la deformación total del pueblo? El pueblo nuestro es sufrido, aguantador y despierto. No tiene alma de esclavo. Es, quizá, el pueblo mejor constituido para ser un gran pueblo, noble, ambicioso, luchador y, como ninguno, amante de su tierra. Basta rascarle la corteza de cincuenta años de podredumbre liberal, para encontrarle la carnadura auténtica. (Lo mismo digo del pueblo criollo, que del proveniente de la mejor inmigración). El pueblo nuestro se exalta con los actos viriles, precisamente porque tiene, en su fondo, un carácter viril. Y se desploma en la inacción, después de una desesperanza, precisamente porque es idealista y no materialista. Es decir, precisamente porque es de la pasta de los pueblos grandes, imperiales, y no de los pueblos mercantiles, coloniales.

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