12 de febrero de 2025

¿Quién mató al padre Mugica?

El libro de Ceferino Reato no responde a la pregunta que se formula en el título de tapa. Pero es un libro interesante cuya lectura recomiendo. Claro que con ciertas prevenciones:

1. «Las dos hipótesis sobre quién mató a Mugica tienen puntos fuertes y débiles», dice Reato. Y agrega: «el sacerdote había quedado en la mira tanto de la derecha como de la izquierda armadas del peronismo». Y para que no queden dudas al lector: no se puede afirmar que a Mugica lo hayan asesinado los montoneros ni que lo haya hecho la Triple A de López Rega, el hombre más cercano a Perón, pero «peronistas fueron la víctima y los victimarios de esta tragedia: el muerto y sus homicidas».

2. Es notable: mientras Reato dice lamentar que «la historia es reemplazada por la política» en la investigación del asesinato de Mugica, eso es exactamente lo que él hace: su intención política de demonizar al peronismo es la que lo conduce a dar por hecho que una de dos: o a Mugica lo mató la izquierda peronista de Montoneros, o lo mató la derecha peronista de López Rega (apadrinada por Perón). A Reato no le importa tanto si fueron los unos o los otros. Lo que le importa es responsabilizar al peronismo en su conjunto por la violencia setentista, como si el antiperonismo no hubiera tenido nada que ver con ella.

3. ¿Y si a Mugica no lo mataron ni Montoneros ni el lopezrreguismo? Al fin y al cabo, unos y otros negaron, con argumentos de peso, haberlo hecho. ¿Fue la Triple A, como lo estableció tendenciosamente el juez Oyarbide? En tal caso, habría que investigar qué fue realmente la Triple A. A modo de hipótesis: bajo el paraguas de la Triple A operaron de manera autónoma tanto el reaseguro policial nacional-burgués del peronismo contra un desborde por izquierda, como servicios de Inteligencia ligados al Ejército o a la Armada, que estaban controlados por el antiperonismo. También pudo usar ese sello (igual que el de Montoneros o el del ERP) la propia CIA, interesada en erosionar los procesos nacional-populares que se desenvolvían en el Cono Sur. Reato dice por ahí que «la pregunta clásica sobre a quién perjudica y a quién beneficia un hecho» puede orientar sobre la autoría del crimen. En tal caso, no parece que la derecha ni la izquierda peronistas, ni el peronismo en su conjunto, fueran beneficiados por el asesinato de Mugica. Sí se beneficiaron, en cambio, quienes estaban interesados en liquidar el proceso abierto en 1973.

4. A lo largo de su narración, Reato transmite vívidamente el clima de la época, aunque sin avanzar desde la superficie del análisis periodístico hacia las honduras de la reflexión sociológica. Esto le quita espesura a su trabajo, pero en cambio le confiere cierta frescura y liviandad. Reato repite en este aspecto lo que ya ha escrito en otros libros.

5. Por último, son interesantes los testimonios que reproduce Reato en el capítulo final. El de Jorge Rulli, por ejemplo, cuya honestidad política e intelectual lo condujo a autocriticarse por haber adjudicado a Montoneros la autoría del crimen. O los de Julio Bárbaro y Miguel Bonasso, dos charlatanes enamorados de sí mismos, el primero afirmando enigmáticamente que uno de los ejecutores montoneros le confesó personalmente que él lo había hecho; Bonasso, por su parte, culpando directamente a Perón. Y el testimonio de Patricia Bullrich resulta particularmente demostrativo de su bajeza e inescrupulosidad. Recuerda Reato: «Bullrich afirmó que tuvo su primera crisis fuerte dentro de la JP cuando invitaron a una sede partidaria al padre Mugica: ‘Ese día nos tirotearon la Unidad Básica y a los pocos días lo mataron. Después nos fuimos enterando que al padre Mugica lo habían matado los mismos montoneros. Fue una decisión de la Conducción Nacional de Montoneros. Mugica los habia criticado y ellos lo tomaron como una traición. En la JP fue vox populi que habían sido ellos. Yo tenía información porque a mi casa concurría gente de la organización y, además, Galimberti era mi cuñado«. Si algo de lo que dice Bullrich fuera cierto, a ella le cabría cierta responsabilidad por el crimen, puesto que siguió militando en Montoneros, y participando en acciones armadas de la «orga», hasta bien entrada la dictadura militar.

En definitiva, un libro para leer y discutir.

Gabino Correa

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