Madura el nocaut
El león no la vio venir. Los dos tercios obtenidos por la oposición en la Cámara de Diputados que hizo posible la media sanción al proyecto de ley de movilidad jubilatoria, dejó al gobierno libertario al borde del nocaut político. Segundos afuera. El Senado se apresta a aprobar el proyecto, también, con mayoría especial. Mientras, en el Reino de los Sobres, la jauría mediática oficialista se dedica a erosionar la credibilidad del proyecto -haciendo hincapié en la imposibilidad de su financiamiento- la realidad le aplica certeros cross a la macilenta y frívola esfinge presidencial. El aumento a los jubilados se puede pagar sacando fondos de sectores privilegiados. La Ley Bases impulsa exenciones impositivas a los grupos económicos oligárquicos, pero la creatividad de Milei se esfuma en el momento de buscar alternativas al ajuste criminal que padece el conjunto de la sociedad y los jubilados en particular. Entonces amenaza con el veto. Y no asusta a nadie, porque la mayoría opositora en el Congreso está en condiciones de insistir con los dos tercios y voltear el veto. ¿Nadie le dijo eso a Milei? La estulticia libertaria es infinita. En vez de aceptar los hechos legislativos o, en todo caso, darles un tratamiento discursivo capaz de morigerar los efectos perjudiciales, el Mesías Salvador del Universo acelera la moto con el paredón a escasos metros de distancia. ¿Era necesario injuriar a Miguel Ángel Pichetto, quien le puede sacar las papas del fuego cuando la Ley Bases retorne a la Cámara baja? ¿O el tambaleante Milei percibe -en su fuero íntimo- que su contrato de alquiler de la Casa Rosada vence pronto? Ni la muñeca rosquera de Guillermo Francos, ni las maniobras subrepticias de Lule Menem alcanzan a rediseñar una estrategia institucional eficaz. La caída, tal vez sea irreversible. Cometeríamos un error si redujésemos el análisis a lo meramente cuantitativo. Las encuestas dibujadas revelan que el Gobierno mantiene un supuesto 50% de apoyo. Sabemos que ese tipo de sondeos responden más a intereses crematísticos que a situaciones reales. Sin embargo, Milei se aferra a ellas como el boxeador grogui a las cuerdas del cuadrilátero. Lo innegable es que ha sonado el gong. Al muchacho le sacaron el banquito y enfrente aguarda un noqueador de fuste: el Pueblo indignado. Apenas bese la lona, le contarán hasta diez. O, desde el rincón, piadosos colaboradores le tirarán la toalla. Final, final…