Foto de familia

La visita de un grupo de diputados libertarios a detenidos por crímenes de lesa humanidad al penal de Ezeiza, reinstala un debate terminado, excepto que se pretenda desconocer las atrocidades cometidas durante la última dictadura cívico-militar. ¿Qué buscan los legisladores? A simple vista, el hecho irrumpe con tufillo a provocación. Y a relato falsificador. Nuevamente, volvemos a escuchar argumentos superados por la realidad y por la investigación del pasado reciente que la Justicia se encargó de condenar, sentando un precedente jurídico internacional. Que no deja espacio a ninguna duda. Hoy, con cuarenta años de democracia, la Argentina es reconocida mundialmente por su política de derechos humanos. Que puso blanco sobre negro y que, con retrocesos y miserias, colocó a los represores clandestinos en el lugar que se ganaron: la cárcel. Por eso, la visita de los diputados libertarios es un insulto a la inteligencia y a la lucha por la verdad. La foto de familia de libertarios y represores clandestinos sirve. Claro que sirve. Es el espejo del terrorismo de Estado. De la tortura. De los secuestros. De las desapariciones. Es la cara del horror. Ya sabemos lo que ocurrió. Nadie va a tergiversar lo que está probado. No es una cuestión dudosa, de opinión. Acá las dos bibliotecas se reducen a una sola. Porque la verdad histórica es una. Y en este caso específico, de los crímenes de lesa humanidad, cometidos por los jerarcas de las Fuerzas Armadas y de Seguridad, no abre ninguna grieta ni demanda ninguna reconciliación. La reconciliación con la verdad, la memoria y la justicia ya se produjo. Los argentinos tenemos otras demandas, otros objetivos nacionales que cumplir. El repudio de los partidos democráticos es unánime. La inhabilidad moral, también. Enfoquemos nuestras energías en políticas de futuro. El Pueblo sabe de qué se trata. Fueron asesinos y los asesinos deben purgar sus delitos detrás de las rejas. Ni olvido ni perdón. Ayer y hoy.