La leyenda negra contra Isabel y la Virgen de Luján
La reescritura de los años 70 ha penetrado en todos los ámbitos del quehacer nacional. El sábado 5 de octubre, el periodista Gerardo Di Fazio publicó en Infobae una nota acerca de las peregrinaciones a Luján, plagada de inexactitudes, que se encuadra perfectamente dentro de la ideología derechohumanista. Esta ideología, de raíz populista y disfrazada de democrática, prescinde de los hechos e impone una mirada hemipléjica que privilegia la apología de los organismos de derechos humanos en detrimento de la realidad histórica, con el único objetivo de imponer una memoria incompleta.
El derechohumanismo, en síntesis, sostiene que el terrorismo de Estado comenzó durante el tercer gobierno constitucional justicialista, destruyendo de este modo el consenso historiográfico aportado por el Informe de la Conadep, que ubica el comienzo del terrorismo de Estado el 24 de marzo de 1976.
No es un detalle superfluo, insignificante, ni una mera discusión sobre el sexo de los ángeles. Es, asimismo, una operación ideológica que aumenta la leyenda negra contra Isabel Perón, la primera presidenta constitucional del mundo. Veamos.
Di Fazio narra pormenores de la primera peregrinación juvenil a Luján, surgida de sacerdotes jóvenes del arzobispado de Buenos Aires. Ese es el eje temático de la nota, aunque en la contextualización incurre en gruesos errores. De acuerdo con Di Fazio, como el arzobispo Juan Carlos Aramburu no prestó su colaboración, “se iba avisando parroquia por parroquia, colegio por colegio, convocando e invitando a los que pudieran o quisieran. Pero no hay que olvidar que el miedo y el terror eran amos y señores de las calles en aquellos momentos terribles de la Patria. Fue una locura pensar en movilizar a los jóvenes en algo masivo ya que, por el solo hecho de ser jóvenes, eran mirados con absoluta desconfianza. Pero se hizo”.
Está probado que Monseñor Aramburu defendió a su clero en las buenas y en las malas. Es falso que no haya apoyado las peregrinaciones a Luján. En ningún momento puso reparos a la iniciativa pastoral. Es opinión pura de Di Fazio, como aseverar que hubo varios obispos asesinados por la dictadura del ’76. En cuanto a que el miedo y el terror, en ese momento preciso, dominaban las calles, es una aserción temeraria que se presta a más de una interpretación. ¿Quién imponía el miedo y el terror en las calles?
En las líneas siguientes, Di Fazio nos saca de dudas. Dice que el 5 de octubre de 1974, en territorio bonaerense, “había policía, por supuesto, pero no para cuidar el orden de los peregrinos sino para vigilar las acciones de esos ‘jóvenes’ que estaban subvirtiendo el orden establecido”. ¡Pero cuánta imaginación! Entonces, por deducción lógica, los que sembraban miedo y terror eran las fuerzas de seguridad, el Estado, ergo, el gobierno de Isabel Perón. Y los jóvenes peregrinos eran considerados subversivos. ¡En pleno gobierno constitucional!
¿Tanto se les exige a los relatores del relato setentista? ¿O se despachan a gusto por mera enajenación ideológica? ¿Qué necesidad hay de tergiversar los hechos para justificar posiciones actuales? La Iglesia hizo lo que pudo durante la dictadura cívico-militar. Su actuación fue publicada en gruesos volúmenes hace poco tiempo. Pidió perdón por sus omisiones. Pero de ahí a revolver el dedo en la llaga existe un trecho de mentiras inconducentes. Con falsedades, no se construye la cultura del encuentro que proclama el Papa Francisco.
La presidenta Isabel Perón, católica practicante, nunca consideró a los jóvenes peregrinos a Luján como subversivos ni enemigos del “orden establecido”. Tampoco su gobierno ordenó la represión ilegal de la que se valieron, no un grupo de militares como expresa Di Fazio, sino las Fuerzas Armadas para justificar el golpe sanguinario del 24 de marzo.
La primera peregrinación a Luján dio inicio a ulteriores demostraciones multitudinarias de fe que, por lo visto, algunos pretenden desnaturalizar con fines ideológicos subalternos. La leyenda negra contra el gobierno de Isabel Perón continúa sosteniéndose sobre cimientos de arena.
Dr. Horacio Enrique Poggi