A los botes
La relación de fuerzas en el Congreso se prestaba a un equilibrio armónico, aunque matizado de cierta inestabilidad coyuntural. Milei tuvo la oportunidad de conformar una mayoría legislativa –más allá de la ley Bases- respetando sugerencias, correcciones y alternativas de sus aliados naturales. Optó por el capricho que le dicta su formación intelectual contaminada de ideologismo arcaico. Al desoír los consejos de líderes experimentados –Miguel Pichetto, Emilio Monzó, Florencio Randazzo- eligió subirse a la moto sin casco y enfiló hacia el paredón de la realidad. Piña cósmica. Nunca acordó nada con los gobernadores de Juntos por el Cambio y los acusa de traición. Nunca recibió a las direcciones de los partidos afines y los acusa de traición. Va tan lejos su empecinamiento y cerrazón, que se siente el héroe invencible de una película, con guion a la carta, que le escriben alcahuetes bisoños, expertos en soberbia y fracasos asegurados. La política no se desprecia, se practica y se repara. Impugnarla como hacen Milei y su séquito acomodaticio garantiza el desguace de la institucionalidad. Detener el dislate en danza es la responsabilidad de la oposición completa. Luego corresponderá seleccionar liderazgos superadores. Hoy, la tarea inmediata se reduce a ponerle freno constitucional a un Gobierno tan desbocado como la inflación que empobrece, angustia y destruye. Los funcionarios oficialistas deben entender que navegan en un barco seriamente averiado. Tarde para lágrimas.