1 de noviembre de 2024

El presidente Milei redobla la apuesta. Acelera en las curvas. Audacia no le falta. ¿Impericia tampoco? El paredón de la realidad lo espera a su regreso de Roma. Podría dolarizar a mediados de año. A decir verdad, acumula reservas. Muchas. Más de siete mil millones de dólares en dos meses. A este ritmo queda a tiro de igualar la base monetaria (ocho mil millones). El fracaso legislativo de la ley Bases fue el acicate que –aparentemente- necesitaba para patear el avispero. Turno del Plan M. Paciente, Mauricio Macri tejió la red de contención del Gobierno Libertario. Se equivocó en los plazos: creyó que la segunda devaluación iba a demoler el andamiaje oficialista. Marzo o abril. La bomba explotó en tiempos de carnaval. En “sentido metabólico”, diría Pablito Moyano. Si la caída es oportunidad, gana terreno la resiliencia libertaria. ¿Caseros o Cancha Rayada? Para entender a Milei tenemos que ensayar un análisis político que salga de lo políticamente correcto. Seamos conscientes, el aparato propagandístico oficial ha tendido una trampa. Vociferan la antipolítica, pero los libertarios hacen otra política. De ruptura. Sin ambages. El Jefe del Estado (que odia al Estado) va a fondo.“El gobernador de Córdoba llorando por 20 mil millones de pesos y paga en pauta 27 mil millones. Bueno, que deje de arreglar con los medios para que hablen bien de él. Lo mismo al gobernador de Santa Fe”. “Y pegue, León, pegue…”. El centro de gravedad se ha corrido del poder establecido –los partidos, el sindicalismo, las cámaras empresarias, los medios de comunicación- a una legitimidad líquida sostenida en un liderazgo teñido de mesianismo. Tal vez por la impronta teológica del Presidente. Visiblemente, desentona, alarma y sorprende con la experiencia de 40 años de Democracia. Al pragmatismo le suele adicionar dosis de temeridad irracional. La soberanía popular decidirá la continuidad o el cambio de rumbo. Pero la orilla todavía está demasiado lejos. Mueve Macri.

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